YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

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22/2/12

Hoy es Miércoles de Ceniza

Hoy es Miércoles de Ceniza, terminan los carnavales y empieza la Cuaresma, pero ¿sabemos de lo que estamos hablando? Espero que esto ayude un poco.

El carnaval es un tiempo de alegría y de fiesta que surgió en la Edad Media para cristianizar los licenciosos "lupercales" romanos. (De las lupercales procede hoy la tradición del carnaval gallego característico de Ginzo de Limia, Laza y Verín, donde los cigarrones, pantallas o peliqueiros azotan a la gente con fustas de cuero, con cencerros en honor a los pastores de los que Fauno Luperco, un dios, y golpeando con tripas de cerdo hinchadas). Durante unos días, año tras año, se permitían toda clase de bromas, imitaciones y críticas, antes de comenzar la cuaresma mediante la imposición de la ceniza, uno de los ritos religiosos más arraigados en nuestro pueblo. 

Durante los carnavales brillan las caretas y los disfraces, que ocultan gozosa y momentáneamente la dureza de la vida. Al recobrar el miércoles de ceniza los vestidos ordinarios, la cara descubierta y la frente alzada, se vuelve a mostrar lo que de verdad es el ser humano.

El significado de la ceniza 

La ceniza -que etimológicamente significa polvo- es residuo purificado de una combustión, lo que queda al extinguirse el fuego. Ampliamente usada en las religiones antiguas, se asocia a la culpa y a la caducidad (vanitas), al luto y a la penitencia. Simboliza la amenaza constante que tiene el ser humano de retornar a la tierra. Para los griegos, egipcios, árabes y tribus primitivas, esparcir ceniza en la cabeza era un gesto de luto y de humildad. Los yoguis hindúes cubren su cuerpo de ceniza para expresar su renuncia al mundo.

Al mismo tiempo la ceniza es un "resto", es decir, algo que parece un final, en realidad es un comienzo, dados los rescoldos que la acompañan. Según la mitología primitiva, de la ceniza se alza el ave fénix a una nueva vida. Es señal de nacimiento y de resurrección.
En la tradición bíblica, la ceniza significa lo mismo que el polvo, es decir, pecado y fragilidad, ya que mancha, es perecedera y no tiene valor. Al mismo tiempo recuerda la pequeñez de la criatura frente a Dios. Se relaciona, de un lado, con el polvo; de otro, con el fuego y la llama. Es, pues, signo de aflicción, penitencia, calor y esperanza. 

Cenizas son asimismo los restos últimos del cuerpo humano incinerado que se guardan en una urna, se entierran en un cementerio o en un jardín junto a un árbol, se esparcen sobre las olas del mar o se lanzan a los cuatro vientos. En todo caso siempre se respetan o se honran. Son "restos mortales" sagrados.

"Dios formó al hombre del polvo de la tierra" -dice el Génesis mediante una parábola grandiosa-, y gracias al soplo divino se convirtió en un ser viviente. Hasta la reforma litúrgica del Vaticano II decía el sacerdote al penitente en la imposición de la ceniza: "Acuérdate de que eres polvo y en polvo te convertirás" (Gén 3, 19). Después del Concilio se privilegian la conversión y la renovación cuaresmal, con esta fórmula: "Conviértete y cree en el evangelio" (Mc 1, 15).

Recibida en la cabeza como duelo y penitencia es, pues, imagen de la fugacidad de la vida, reconocimiento público de la condición pecadora del ser humano y exhortación a la conversión. Los primitivos penitentes se ponían ceniza en sus cabezas para indicar públicamente que eran pecadores. La ceniza mancha, aunque es más liviana y menos pegajosa que el barro. Es símbolo de muerte e inicio de nueva vida. Dios saca vida de las cenizas y de la tierra.

Los cristianos introdujeron en sus ritos penitenciales el gesto de la ceniza. En los s. IV y V la recibían en sus cabezas los "penitentes públicos", aquellos que habían roto con la comunión eclesial por ser culpables de faltas graves, como el homicidio, la idolatría y el adulterio. Desde el s. VI, el rito de la ceniza del miércoles anterior al primer domingo de la cuaresma inaugura este tiempo de conversión (cambio de vida). En el s. XI el papa Urbano II extendió su uso a todos los fieles del mundo.

La ceniza, que en principio es polvo o signo de lo transitorio, se convierte en comienzo de trascendencia. La cuaresma empieza para los cristianos con la ceniza de la conversión y acaba con la luz pascual renovadora (Pascua es el paso de la muerte a la vida).

Cuarenta días 
Todos los números de la Biblia tienen un significado. El número cuarenta, del que procede la palabra cuaresma, significa en algunas religiones un periodo de retiro para favorecer la experiencia de Dios y la comunión con los hermanos. En la Biblia es retiro en el desierto como tiempo de prueba y de tentaciones, en el que los deseos oscuros de acaparar riquezas y poderes deben perecer, para dar lugar a una criatura renovada, transfigurada por la luz de la razón y la gloria de Dios. En las cuarentenas bíblicas hay una lucha entre hambre y saciedad, riquezas y generosidad, poder y servicio, cenizas y purificaciones, tinieblas y luz, guerra y paz, ídolos de muerte y Dios de vida. El creyente pone a prueba la llamada de Dios o su vocación de cara a un compromiso de renovación en la paz, solidaridad y justicia.
El carnaval y la ceniza reflejan respectivamente la exaltación de lo lúdico y la pesadumbre del sufrimiento, ingredientes que componen la vida popular, por no decir la vida a secas. Cuando se apagan los carnavales, empieza la cuaresma con el "miércoles de ceniza".

9/2/12

Este cuento es para reflexionar

Un padre casó a su hijo y le donó toda su fortuna.

Se quedó a vivir el padre con los recién casados y así pasaron dos años, al cabo de los cuales nació un hijo del matrimonio. Fueron luego sucediéndose los años.

El abuelo no podía ya andar sino apoyándose en su bastón y se sentía sucumbir bajo el odio de la nuera.

Ésta decía constantemente a su marido: “Me voy a morir pronto si tu padre continúa viviendo con nosotros”.

El marido fue donde su padre y le dijo: “Tienes que irte. Ya te hemos mantenido durante muchos años”.

La respuesta del padre fue: “¡Que Dios te bendiga, hijo mío! Me voy, pero al menos dame una manta para abrigarme, pues estoy muerto de frío”.

El marido llamó a su hijo, que todavía era un niño: “Baja al establo y dale a tu abuelo una manta de los caballos para que tenga con qué abrigarse”. El niño bajó al establo con su abuelo, escogió la mejor manta, la dobló por la mitad y, haciendo que el abuelo la sostuviera uno de los extremos, comenzó a cortarla sin hacer caso a lo que el anciano tristemente le decía: “¿Qué haces, niño? Tu padre te ha mandado que me la dieses entera. Voy a quejarme a él”. “Haz lo que quieras”, contestó el muchacho.

El abuelo salió del establo y, buscando a su hijo, le dijo: “Mi nieto no ha cumplido tu orden: no me ha dado más que la mitad de una manta”. El padre ordenó al muchacho: “Dásela por entero”. “No, de eso nada”, contestó el niño. “La otra mitad la guardo para dárosla a vosotros cuando yo sea mayor y os arroje de mi casa”.

El padre, al oír esto, llamó al abuelo que ya se marchaba: “¡Volved, padre mío! Os hago dueño y señor de mi casa. No comeré un trozo de carne sin que vos hayáis comido otro. Tendréis un buen aposento, un buen fuego, vestidos como los que yo llevo...”.

Y el buen anciano lloró sobre la cabeza de su hijo arrepentido.

7/2/12

UN BONITO CUENTO PARA REFLEXIONAR

 
LOS DOS HERMANOS

Dos hermanos, uno soltero y otro casado, poseían una granja cuyo fértil suelo producía abundante grano, que los dos hermanos se repartían a partes iguales. Al principio todo iba perfectamente.

Pero llegó un momento en que el hermano casado empezó a despertarse sobresaltado todas las noches, pensando: “No es justo. Mi hermano no está casado y se lleva la mitad de la cosecha; pero yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que, en mi ancianidad, tendré todo cuanto necesite. ¿Quién cuidará de mi pobre hermano cuando sea viejo? Necesita ahorrar para el futuro mucho más de lo que actualmente ahorra, porque su necesidad es, evidentemente, mayor que la mía”. Entonces se levantaba de la cama, acudía sigilosamente a donde residía su hermano y vertía en el granero de éste un saco de grano.

También el hermano soltero comenzó a despertarse por las noches y a decirse a sí mismo: “Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha; pero yo no tengo que mantener a nadie más que a mí mismo. ¿Es justo que mi pobre hermano, cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo mismo que yo? Entonces se levantaba de la cama y llevaba un saco al granero de su hermano.

Un día se levantaron de la cama al mismo tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con un saco de grano a la espalda. Muchos años más tarde, cuando ya habían muerto los dos, el hecho se divulgó. Y cuando los ciudadanos decidieron construir un templo, escogieron para ello el lugar en el que ambos hermanos se habían encontrado, porque no creían que hubiera en toda la ciudad un lugar más santo que aquél.

La Fraternidad es tratar a todas las personas como hermanos. Jesús quiere que vivamos como hermanos, ya que somos hijos de un mismo Padre. El Reino de Dios consiste en que Dios es un Padre bueno, nosotros somos sus hijos y, por lo tanto, todos somos hermanos.