YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

9/2/12

Este cuento es para reflexionar

Un padre casó a su hijo y le donó toda su fortuna.

Se quedó a vivir el padre con los recién casados y así pasaron dos años, al cabo de los cuales nació un hijo del matrimonio. Fueron luego sucediéndose los años.

El abuelo no podía ya andar sino apoyándose en su bastón y se sentía sucumbir bajo el odio de la nuera.

Ésta decía constantemente a su marido: “Me voy a morir pronto si tu padre continúa viviendo con nosotros”.

El marido fue donde su padre y le dijo: “Tienes que irte. Ya te hemos mantenido durante muchos años”.

La respuesta del padre fue: “¡Que Dios te bendiga, hijo mío! Me voy, pero al menos dame una manta para abrigarme, pues estoy muerto de frío”.

El marido llamó a su hijo, que todavía era un niño: “Baja al establo y dale a tu abuelo una manta de los caballos para que tenga con qué abrigarse”. El niño bajó al establo con su abuelo, escogió la mejor manta, la dobló por la mitad y, haciendo que el abuelo la sostuviera uno de los extremos, comenzó a cortarla sin hacer caso a lo que el anciano tristemente le decía: “¿Qué haces, niño? Tu padre te ha mandado que me la dieses entera. Voy a quejarme a él”. “Haz lo que quieras”, contestó el muchacho.

El abuelo salió del establo y, buscando a su hijo, le dijo: “Mi nieto no ha cumplido tu orden: no me ha dado más que la mitad de una manta”. El padre ordenó al muchacho: “Dásela por entero”. “No, de eso nada”, contestó el niño. “La otra mitad la guardo para dárosla a vosotros cuando yo sea mayor y os arroje de mi casa”.

El padre, al oír esto, llamó al abuelo que ya se marchaba: “¡Volved, padre mío! Os hago dueño y señor de mi casa. No comeré un trozo de carne sin que vos hayáis comido otro. Tendréis un buen aposento, un buen fuego, vestidos como los que yo llevo...”.

Y el buen anciano lloró sobre la cabeza de su hijo arrepentido.

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